Un hueco ha permanecido intacto al derrumbamiento. Se ha rendido al homenaje que, cada piedra, ha puesto en el cemento. Un hueco que ha agrietado el muro del tiempo y ha desechado la idea de oscurecerse bajo el escombro.
De los cuadros salen ejércitos de colores que difuminan las sombras del retrato. Salen veloces cabalgando a lomos de la tarde... Y llegan lejos donde la noche, con su negro, los fulmina.
He visto la luz que abriga el eco tras los cristales opacos de tu silencio. Y no he sentido miedo. He visto tu rostro agrietar el tiempo como un esbozo de recuerdo lento y perdurable. Y no, no he sentido miedo. Pero tiemblo, aún así, buscando el alfabeto perfecto que equilibre mi llanto.
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