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Mostrando entradas de enero, 2018

La promesa de la alondra

Y qué decir de la constancia. Del horizonte que nos pesa. De la incuestionable promesa de la alondra que nos sujeta con su vuelo. Qué decir de las hojas y de su caída. De la edad del árbol que se agarra a la tierra con raíces centenarias. Toda voluntad tiene su precipicio en la impotencia.

Descripción momentánea

Y de repente se estremeció el viento allá donde penetraba. Quedó a la espera de un silbido menos estridente y más cálido, lejos del aire que lo agitaba. Vinieron los pájaros, vestidos de noche, a saborear las cenizas del viento. La noche se hizo pólvora en el estanque de silencios y todo permaneció sumergido en la nada.

Cuando la nieve caiga

Qué será de mí cuando la nieve quiera quedarse en los enredos de mis cabellos. Cuando venga a dibujar la vejez vestida de arruga breve y quiera quedarse, sin contemplaciones, en mis noches grises. Qué será de aquello que me fue dado. De mis recuerdos y mis nostalgias. De mis años entregados y mis creencias. ¿Acaso no serán ausencias imperfectas de los días que nos quedan? Dónde irán el balbuceo de mi voz, el sonido lento del balanceo de mi cuerpo, las palabras que ya no pueda pronunciar porque el tiempo las haya silenciado. Dónde. Quizá la tierra sepa guardarme consigo bajo la sombra de un árbol milenario.

Certezas

No podemos respirar sin la certeza de hacerlo. Se nos derrumba el aire entre las nasales fosas que rugen sin aliento. No podemos desencadenar una respuesta sin estímulo que nos la condicione. O tal vez sí. No hay certeza en el hoy y sí hay certeza en el mañana. Todo se confirma. Hasta las ganas, aunque se desarmen las tinieblas. No hay luz sin una oscuridad que haga sombra a su destino. Toda certeza tiene su eternidad en el rincón de la sabiduría. Las palabras están hechas para sumergirse en el acto de reescribirlas. No podemos soñar sin la certeza de estar dormidos aunque despiertos caigamos en el olvido de los sueños. Y así, de certezas y de no certezas, cae la tarde a través de la retina del tiempo.

De las calles

Salen de las sombras como si de los charcos huyeran. Mojados por una escarcha vespertina e inadvertida. Salen y se esconden entre la multitud que los acoge como si de héroes y de mitos se tratasen. Salen y aparecen en las ventanas sin cristal, en las estancias sin puertas que cerrar... pero salen, sin aviso, sin horarios, sin rutinas. Se quedan en todo y en nada como quienes nada temen en la oblicuidad del tiempo.